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  • Autor: Eduardo García-Lago
    Título: "Las palas, Biarritz y un Rolls Royce"
    Fecha: Viernes 1 de agosto de 1997 (Tribuna Libre - El Diario Montañés)
  • " CUANDO de junio despierta el mes, los jugadores de palas florecen sobre las playas como las rojas fresas sobre el verdor de las hojas. Paleros o más bien palistas contienden, sin importarles el clima, en una esforzada competición en la que no habrá vencedores ni vencidos. En una auténtica exhibición de "fair play" pejino. Los deportistas se enfrentan en individuales, dobles o triples, tensando sus músculos de nuevos discóbolos, barnizados por el spray de un nordeste impregnado de yodo y sales marinas. La fiebre de los palistas por su deporte es tal que algunos pretenden que su deporte sea declarado olímpico y autóctono. Llevados de su entusiasmo realizan maratones de 24 horas o exhibiciones en otras provincias o regiones. Quizás no se han parado a considerar que el olimpismo de las palas conllevaría una reglamentación y la pérdida de su principal esencia: su participación en una contienda sin ganadores ni perdedores.

  • La declaración de este deporte como autóctono merece un más amplio estudio. Veamos sus orígenes. Tendríamos que situarnos al final de los años treinta. Comenzaba a reir la primavera -al menos para una de las dos Españas- cuando un lujoso Rolls Royce partía de Santander hacia Biarritz. En aquellos años de penuria, de carros de bueyes, de bicicletas roñosas el paso de quella carroza despertaba una enorme expectación. Su propietario, Gustavo Gallardo, era, obviamente, un importante hacendado granadino que se permitía el lujo de veranear tres orondos meses al año en su chalet del Sardinero. Al igual que sus tres hermanos, se había liberado del mandato bíblico de ganarse el pan con el sudor de la frente. La principal característica de toda la familia era la ausencia de prisa. Un año, uno de los hermanos, Enrique -gran aficionado al remo en un precioso chinchorro de caoba- en lugar de llegar en julio lo hizo en agosto. El inefable Enrique explicó el motivo. Resultaba que los Bancos habían implantado una jornada intensiva y cerraban la caja a las doce y media. Total "que te levantas, te duchas, te afeitas, te desayunas, te diriges al Banco y cuando llegas "serrao". En el Rolls de Gustavo viajaba también un conocido santanderino afincado en el paseo del Muelle, que ejerció durante muchos años el cargo de Director de Tabacalera y que se llamaba y se llama -por muchos años- José María Avendaño. Alojados en el hotel Du Palais de Biarritz, desde su terraza contemplaron cómo sobre la Grande Plage se practicaba una nueva modalidad de palas diferente de las pequeñas paletas con pelota de esponja roja. El tamaño de los instrumentos era notablemente mayor y las pelotas eran las utilizadas para el entonces elitista tenis. El ingeniero Avendaño, de acuerdo con Gallardo, tomó medidas del artefacto. Una vez en Santander encargaron su construcción a un ebanista y el pulido y barnizado al taller de chapa y pintura más conocido en aquellos años, llamado Guridi y sito al final de la Alameda de Oviedo.

  • Un soleado día -o más probablemente lluvioso- inaugurarían el invento al socaire de la rocas de Piquío y de la antigua caseta real convertida en club de la "Caracola". Al principio se practicaba sobre arena húmeda para tratar de aprovechar los botes. Además de los fundadores, otros habituales serían Domingo Romero, los hermanos Arias Corcho, la familia del Río y alguno más que no recuerdo. Julio Casal, montañero, futbolista y andarín perpetuo sobre el paseo de Reina Victoria, se incorporaría más tarde con una enorme pala dispuesto a "fusilar" a su contrario contra las rocas de la improvisada cancha. Un aciago día de un ya lejano invierno un furibundo ataque de un mar embravecido lanzó la "Caracola" por los aires. De las raíces de viejo Piquío brotaría un nuevo equipo de paleros y del club de la "Caracola", instalado de prestado al este del Balneario, otra asociación con idénticos fines. Más tarde en la recién construida playa de El Camello surgirían otros animados palistas que a pelotazo límpio -que es lo suyo- han conseguido autorización especial de los bandos municipales que prohíben este deporte en el verano oficial. Piquío y Caracola podrían atribuirse el hecho fundacional en Santander según se aplique el derecho del suelo o el derecho de la sangre. Y mientras el verano se nos escapa entre brumas, los palistas disfrutan de este deporte tan enraizado que algunos ya ven adornado con aros olímpicos y música del a Baila de Ibio. "